domingo, 20 de febrero de 2011

El señor del tiempo

Hay días como hoy, en los que una espesa niebla puebla nuestra mente y nuestra retina. A ratos esa niebla es tan intensa que no puede contenerse en sí misma y escapa por nuestra boca y nuestros oídos cubriendo valles, montañas y carreteras. La niebla tiene ese halo opaco que no te permite ver más allá de ti mismo, pero también ese halo es misterioso, profundo y fresco y te recuerda que la realidad está por definir y que cuando te atrevas a cruzarla puede ser CUALQUIER COSA la que aparezca en tu horizonte.
Hay días como hoy, en los que el sudor y las lágrimas que no percibimos se evaporan a través de la piel y se condensan en nubes de reflejos, que representan un juego indeciso. Ahora llueve, ahora no. Y mientras nos encerramos en nosotros mismos bajo un paraguas, o cantamos junto a la lluvia, o soñamos desde la ventana con tiempos mejores, todo va quedando más limpio, más calmado.
Hay días como yo, que a veces se muestran fríos y distantes. Otros descubren de repente la magia del frío que encierran y se liberan a sí mismos cubriendo de blanco un paisaje de ensueño, permitiendo que otros jueguen a construir muñecos de nieve, con la creatividad derramada de su alma. Hay días como yo o como tú,  soleados y brillantes. Esos días, nuestra mirada tiene tanta luz que cuando levantamos la vista al cielo, vemos como todos nuestros rayos son capaces de formar ese foco inmenso y dorado en lo que un día fue el mismísimo centro del Universo.
Luego pongo la tele y miro al señor del tiempo. No puedo evitarlo y termino sonriendo, hay días como hoy... que lo que es fuera es dentro.