lunes, 20 de febrero de 2012

CONTANDO MINUTOS


Harta de pasarme la vida contando minutos.
Suena el despertador, me precipito a la ducha caliente mientras desperezo las escasas 7 horas de sueño. Dejo preparando un café mientras me visto, y después me lo bebo casi por inercia mientras mojo 2 galletas, quizás 3.
Cierro la puerta de casa. Miro el reloj. El autobús debe estar a punto de pasar. Me siento en la parada mientras cuento los 2 minutos que el cartel electrónico dice que tardará en llegar. Ocupo esos 2 minutos en lo que puedo: miro a la gente, preparo el abono transporte, repaso las tareas del día y decido la ropa que me pondré esa noche para ir al cine. Subo al autobús y mientras decenas de personas me empujan cuento los minutos para que alguien se levante y pueda ocupar su asiento.
Llego al trabajo 3 minutos antes de mi hora de entrada. Cumplo las funciones que me tocan mientras revivo mentalmente la discusión de ayer con mi marido, decido la lista de la compra, cuándo iré a la farmacia a comprar el jarabe para el niño y qué habrá de comida hoy, porque tengo hambre.
Son las 13:55. Comienzo a recoger  5 minutos antes para salir a tiempo y librarme de la aglomeración en el comedor de la empresa. Cojo la bandeja y me sirvo. El de la caja me pregunta casi por rutina “¿Qué tal?”. Yo con la misma rutina respondo “De Lunes”.
Vuelvo al trabajo, acabo la reunión, voy al supermercado, a la farmacia… he perdido la cuenta de las veces que miré el reloj, pero quedan 70 minutos para que empiece la sesión de cine. Me cambio de ropa, cojo el coche, echo gasolina, veo la película. Vuelvo a casa mientras mi marido habla de la película, del tiempo, del atasco, de su jefe, de que mañana recogerá al niño que hoy duerme en casa de un amigo. Vamos a dormir, son la una de la mañana y necesitábamos tiempo para hacer algo solos, pero mientras pongo el despertador recuerdo que esta noche ni siquiera llegaré a mis escasas 7 horas de sueño… y así, paso los días contando los minutos para el fin de semana que ya hemos planeado, preparo las vacaciones para mi mes de verano aunque estemos en marzo y cuento los minutos para que lleguen, y para que mi hijo crezca, y para que yo me jubile y por fin tenga tiempo. Cuento los minutos porque algún día viajaré a Turquía, porque algún día escribiré un libro y quién sabe, tal vez plantaré un árbol en el jardín de esa casita que voy a comprarme cuando junte el dinero.
Cuento los minutos para que mi hijo se gradúe, para que encuentre trabajo, para que elija alguien con quien formar una familia. No me gusta la que ha elegido, como es natural, pero aún así, cuento los minutos para que el domingo vengan a verme y yo pueda ver a mis nietos. Cuento los minutos que mi marido gasta viendo el fútbol y metido en internet. Ya me he jubilado y ahora cuento los minutos que me toca esperar para la consulta del médico y los comparo con los minutos de atención que me presta. Cuento los minutos…
Acaba de darme un infarto y cuento los minutos que tarda en llegar la ambulancia. Me intentan reanimar, pero no pueden. Y entonces, el tiempo se para y dejo de contar los minutos y empiezo a contar… los besos que te di, las veces que dije te quiero, los momentos que disfruté, los amigos que me acompañaron, los proyectos que terminé y los que no tuve valor para iniciar, las veces que hice el amor, los libros que leí, las canciones que me emocionaron, los amaneceres que pude contemplar, los abrazos que me regalaron…
Perdóname si no quiero seguir contando, analizando los pros y los contras de cada paso que doy, sufriendo por las arenas de pasión que resbala entre mis dedos y no puedo controlar, ordenando cajones para que cada cosa esté sólo en el lugar que le corresponde sin que nada se mezcle o se “contamine”, si decido dejar salir todas las voces que ya no me corresponden porque sólo hablan de un pasado y un futuro que no existe. Perdóname si dejo cicatrizar las heridas de la neurosis que a veces nos guía y vuelvo simplemente a verte, a hablar de sueños, a reír sin prisa, a llorar sin culpa, a romper patrones, a quitarme el disfraz que me coloca en tu escaparate. Perdóname si cuando esperas que sea la misma, he cambiado.
Al final vendrá la muerte y me recordará la vida, compuesta de momentos y retales, de trozos de vivencia que quedaron flotando en el tiempo de la memoria… y cuando eso ocurra, sabré que tuvo sentido, aunque sólo sea para contar una historia que despierte a otros de la hibernación de su ahora.
Definitivamente, quiero ser la protagonista de la vida que me acontece. Elijo vivir y no sólo pasar la vida…. Contando minutos.